Esta es la pregunta que estaban tratando de responder
alumnos y alumnas de 1º ESO cuando llegué el jueves pasado al IES Guardo. Y es que en este centro llevan ya año y medio dándole vueltas al tema
de los residuos, y después de su ‘basurómetro’, para estudiar qué basura
generaban y colocar papeleras selectivas en puntos estratégicos del centro, ahora están por tomarse en serio la reducción. Y hay dos elementos que
les preocupan especialmente: el papel que diariamente alumnos y alumnas han
identificado que desperdician en clase, y que podría aprovecharse con algo tan
sencillo como colocar bandejas para reutilizarlo; y el envoltorio que
sistemáticamente utilizan para su almuerzo.
En muchos casos, la solución para sustituir el papel
aluminio con que envolver el bocadillo pasa por el uso de tarteras. Pero quizá
una buena idea para cursos de primaria, cuyo recreo se disfruta en el patio y
puede habilitarse un espacio común para depositar dichos recipientes, no sea la
mejor fórmula cuando hablamos de chicos y chicas que ya salen del recinto del
centro. Así que, con la ayuda de Elvira, Elena y Marga –docentes y miembro de la Comisión Ambiental- y los tutores de 1º y 2º de ESO, van a dedicar una sesión de tutoría al diseño y confección
de unas fundas para sus bocadillos. Se trata de una propuesta sencilla, no hay ni siquiera que coser;
cómoda, porque una vez que comemos
el bocata, la funda se pliega y ocupa tan poquito como para poder guardarla en
el bolsillo trasero del pantalón; ecológica,
y no solo por la bolita de aluminio que evita generar, sino porque para su
confección lo ideal es reutilizar algún retal que tengamos en casa; y original, porque ese diseño se puede
personalizar con una tela que, de alguna manera, me identifique, me guste y que
no se confunda con el resto.
Así, multiplicando el número de alumnos y alumnas de 1º y 2º
ESO por los cinco días de la semana, una medida tan fácil de poner en práctica
ahorra la friolera de 400 bolitas de papel aluminio a la semana. Estas acciones
a pequeña escala pueden parecernos en ocasiones insignificantes, pero si nos
paramos a pensar en las consecuencias que están teniendo muchas de nuestras
acciones cotidianas en el mundo –como la acumulación de plásticos en los
océanos-, podemos vislumbrar el efecto positivo que, por repetición y
acumulación, tendrían pequeños gestos en sentido contrario. Sería una forma de
comprobar y poner en práctica aquello de que mucha gente pequeña en lugares
pequeños haciendo pequeñas cosas puede cambiar el mundo, y sin necesidad
de viajar ni mapear
la superficie de Marte. Y con todo esto que os acabo de contar... ¿no vais teniendo ganas de ver cómo enfocan en el instituto antes de finalizar el curso el tema de la energía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario